La creatividad y la búsqueda de soluciones puede aplicarse a cualquier campo de nuestra vida personal y social. Incluso a los más inesperados: como la economía.
Mientras los gobiernos español y estadounidense están poniendo en marcha medidas legales más restrictivas para perseguir el intercambio de contenidos p2p en Internet, en paises como Suecia, la cultura de compartir se ha convertido en una religión.
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MISSIONARY CHURSH OF KOPIMISM
No es una forma de hablar, tras litigios legales, se fundó la iglesia Missionary Chursh of Kopimism. Era una forma símbolica y controvertida de dar visibilidad a lo que ellos consideran un elemento esencial de la socidad humana: compartir. Actualmente tienen más de tres mil seguidores que consideran el copiar, compartir y remezclar como actos sagrados e incluso han adoptado los comandos CTRL+C y CTRL+V como símbolos. No deja de ser un hecho anecdótico pero tampoco es casualidad que este movimiento surja en el país con el porcentaje más alto de usuarios de Internet (90% de la población) y donde se fundó el primer Partido Pirata en 2006, que consiguió dos escaños en el Parlamento Europeo.
En este completo enlace encontraréis toda la propuesta ideológica y multitud de recursos culturales gratuitos creados a partir del movimiento #compartecultura.
CONSUMO COLABORATIVO
Compartir un álbum de música o una película sin tenerla fisicamente se ha convertido en algo habitual gracias a internet. Está práctica nos está haciendo más fácil cambiar los ciertos hábitos y ver viables la posibilidad de aplicar el mismo principio colaborativo en otros campos.
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Este es el caso del consumo colaborativo del que habla Rachel Botsman en su libro What’s mine is yours: the rise of collaborative consumption. Se trata de poseer de forma comunitaria objetos que realmente no necesitamos tener todo el tiempo, como por ejemplo una caja de herramientas o una aspiradora.
Bajo esta premisa básica han surgido muchos espacios en Internet, algunos en forma de ideas empresariales y otras solidarias, para facilitar el alquiler, intercambio o la donación de objetos. Además del consumo social de cosas físicas, Botsman habla también de un estilo de vida colaborativo que está emergiendo. Dentro están nuevos hábitos como el compartir oficina mediante el coworking, viajar con couchsurfing o participar en redes de colaboración mutua, como los bancos del tiempo.
David Boyle, a través de la agencia de innovación británica NESTA publicó recientemente el informe More than Money, un estudio que recoge diferentes tipos de intercambio, tanto sociales como económicos, donde no hay dinero de por medio.
Consum col·laboratiu compartir
BANCOS DE TIEMPO
Los bancos del tiempo es el ejemplo más conocido y también más consolidado, que se basa en intercambiar horas y habilidades propias. Este tipo de iniciativas, tal y como destaca Boyle, generan varios beneficios comunes: mejoran el bienestar de quienes participan, se crean conexiones sociales y favorecen la inclusión social de personas en riesgo de marginación.
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Tal y como explica David Boyle, con la ley de escasez del mercado tradicional hay gente que no puede acceder a recursos que sí podrían estar a su alcance si pudieran usar otro valor diferente al dinero. En Brasil, por ejemplo, se puso en marcha un programa que convertía la basura en moneda. La iniciativa consiste en dar lotes de comida fresca local a las personas de barrios muy pobres a cambio de que recojan y lleven los residuos a los centros de reciclaje. En estos espacios se emplea a gente con problemas de inserción social, con lo cual se amplía el círculo de beneficios: la ciudad está más limpia, se consigue reducir la huella ecológica y se impulsa el trabajo a nivel local.
LA TRAGEDIA DE LOS COMUNES
La tragedia de los comunes es una teoría que se utiliza habitualmente para apoyar la defensa de una economía más sostenible. Descrita por primera vez por Garrett Hardin en 1968, explica el dilema de una situación donde las personas, actuando de forma individual y en su propio interés, gastan los recursos comunes limitados provocando a largo plazo la desaparición de estos, una consecuencia que nadie desea.
En la última conferencia Web 2.0 Summit, organizada a mediados de noviembre, la emprendedora Lisa Gansky explicaba la teoría que está detrás de su libro The Mesh, why the future of business is sharing.
Según Gansky, las redes sociales en Internet y la conexión constante a través del móvil han propiciado una relación diferente entre las personas y los objetos físicos, una situación que muchos emprendedores están viendo como oportunidad de negocio. La autora de The Mesh puso como ejemplo el coche, algo que tradicionalmente se ha concebido como objeto en propiedad aunque en realidad solo lo utilicemos durante un 8% de nuestro día. El 92% del tiempo restante está aparcado en la calle o en un garaje, cuando es un elemento que condiciona en buena parte la economía familiar y también la configuración de las ciudades. Cada una de estos planteamientos se pueden considerar como un proyecto viable. Esta situación es la que han aprovechado empresas como Zipcar, un modelo de alquiler de automóviles que responde a unas necesidades concretas de la población y que ha podido expandirse gracias a las herramientas de Internet.
Este escenario ofrece la oportunidad de generar muchas transacciones en lugar de una sola por cada producto, y aunque el hábito de adquirir cosas en propiedad es difícil de cambiar, según Gansky es una tendencia que va a expandirse cada vez más, no solo en modelos de negocio para empresas, también en espacios para propiciar que sea la gente quien protagonice estos intercambios.
En este sentido existen proyectos como Krrb, un sencillo portal que permite poner en contacto a personas en el ámbito local para vender, intercambiar o regalar cosas que ya no quieren, o, siguiendo con el ejemplo de los coches, el espacio WhipCar, una web británica donde los propietarios de automóviles pueden poner en alquiler sus coches durante las horas del día en que no los utilizan.
Visto en: Euskadinnova
Compartimos con vosotros esta interesante reflexión de Miren Etxezarreta, catedrática emérita de Economía Aplicada de la Universidad Autónoma de Barcelona, que analiza en esta entrevista las medidas de ajuste y sus consecuencias reales para la economía. Y también, qué puedes hacer tú para formarte o crear formas diferentes de hacer las cosas.
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¿Qué otros casos de creatividad aplicada a la economía conoces?
¿Crees que sería posible aplicar alguno de ellos a tu vida diaria?
LucíaTG dice
Desde siempre de forma natural lo que más se ha compartido entre amigos y familiares son los libros, curiosamente hay otras muchas cosas que tienen las mismas características que los libros que los hacen propicios para compartir, pero parece que nadie se anima.
Últimamente están saliendo gran variedad de elementos de economía creativa como el couchsurfing, o el crowfunding, gracias a este último muchos artistas (sobretosdo) están llevando a cabo proyectos de otro modo les serían imposibles.
Y por último me llama la atención sobretodo en España la nueva empresa BlaBlaCar, digamos que es como el autoestop moderno, pero poniéndote de acuerdo antes con las personas, se comparten coches y se ahorra dinero y combustible.
Dani dice
Justo hoy he descubierto el caso de un pueblo inglés que practica economía creativa a escala local, Totnes. Han iniciado desde allí el «movimiento de la Transición» que se está extendiendo por todo el mundo. Esta comunidad de 7000 personas se ha decidido a hacer lo posible para reducir sus emisiones de carbono y para ello están aumentando la resilencia de su comunidad, formándose y actuando sobre temas energéticos, cambio climático y crisis económica.
Os dejo un par de enlaces para ampliar:
http://www.elcorreodelsol.com/articulo/totnes-la-autentica-transicion
http://www.transitiontowntotnes.org/
Me encantaría vivir y trabajar en una comunidad así. Además me rondan por la cabeza varias ideas de co-working que poner en práctica en breve… os mantendré informados 😉
Gonzalo dice
Bueno, el problema ahora es encontrar un forma más o menos consensuada, porque hay un florecimiento de iniciativas en esta dirección (bancos de tiempo, redes de intercambio…) que están dispersando demasiado para los pocos que somos apuntando en esta dirección. La verdad es que hay herramientas que parecen bastante solventes, no hay que inventar nada…
Pili dice
La verdad que no conocía este tipo de economía, pero si creo que pueda funcionar en mi localidad sobre todo el de zipcar, sería muy funcional. 😀
Patricia. dice
Conozco el compartir coche, el couchsurfing, el intercambio de libro, los proyectos comunales como los huertos, entre otros. Personalmente, he ido introduciendo alguno en mi vida y tengo la intención de introducir alguno nuevo.