¿Qué pasaría si analizamos el concepto de la “brecha digital” y la posibilidad sobre considerar Internet como uno de los derechos recogidos en los artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos?
Teniendo en cuenta el contenido de la Declaración, todos los individuos debemos tener el derecho a poder acceder a la misma cantidad y calidad de información, además de hacerlo de forma libre. De igual manera, tenemos derecho a producir de manera libre y en igualdad de condiciones información y distintos contenidos.
Como podemos ver, todo esto guarda relación directa con el acceso a las Tecnologías de la Información y de la Comunicación.
En la actualidad, de la amalgama de elementos que conforman las Tecnologías de la Información y de la Comunicación es Internet, y las diferentes herramientas que se desprenden de ésta, la que se ha convertido en la más importante desde el punto de vista tanto del consumo, como de la generación de información. Y no solo de la información en sentido estricto, sino de medio garante de educación y conocimiento. Por ello, se han alzado diversas voces que tratan de responder a la siguiente pregunta:
¿Debe Internet, incluirse como uno de los derechos que componen el articulado de la Declaración Universal de los Derechos Humanos?
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De todas las voces que han reflexionado sobre la cuestión, cabe destacar la de Frank la Rue, Redactor Especial de la Organización de las Naciones Unidas, que opina sobre el problema del acceso a Internet defendiendo la necesidad de incluirlo como uno de los derechos contenidos en los artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos.
Para él, “el acceso a Internet debería de ser un derecho universal, de fácil acceso para cualquier individuo porque permite a las personas, no solo ejercer su derecho de opinión y expresión, sino que también forma parte de los Derechos Humanos y promueve el progreso de la sociedad en su conjunto. Debería, además, ser un derecho de fácil acceso para cualquier persona, recomendando a las gobiernos facilitar su acceso”.
Internet, permite a los individuos, además de ejercitar nuestro derecho de opinión, ayudar al progreso de la sociedad en su conjunto. Los gobiernos de los diferentes Estados y naciones, por tanto, deben esforzarse, ampliamente, en ofrecer un acceso disponible para todos, que fuera fácil – sin trabas comerciales ni burocráticas – y con un coste cero o lo más reducido posible.
ACCESO A INTERNET
El acceso a Internet, además, debería considerarse como un asunto de carácter prioritario en la agenda de todos los gobiernos de los distintos Estados.
Dicho acceso, debe mantenerse – y no ser interrumpido por antojos o maniobras políticas – ya que es, especialmente, valioso en movimientos políticos clave, como elecciones, tiempos de intranquilidad social o aniversarios históricos o políticos.
Se puede entender que esta tecnología, es también, el vehículo para ejercer el derecho a la libertad de expresión. Los gobiernos de los Estados tienen la obligación de asumir su compromiso de desarrollar políticas efectivas para lograr el acceso universal.
Es de todos sabido que existe una importante desigualdad de posibilidades para poder acceder a la información, al conocimiento a la educación, etcétera, mediante las Tecnologías de la Información y de la Comunicación.
El índice de desigualdad aumenta gravemente cuando hablamos de Internet. Todo esto ha llevado a los teóricos y estudiosos del asunto a hablar de un nuevo concepto, el de “brecha digital”. Entendida como aquella separación que existe entre las personas – entendido en sentido amplio: Estados, regiones, ciudades, grupos, personas (como entes singulares) – que utilizan las Tecnologías de la Información y de la Comunicación, principalmente Internet, como parte de su vida diaria y aquellas que no tiene acceso a las mismas o, si tienen acceso, no saben como poder utilizarlas.
Importante, resaltar que cuando hablamos de “brecha digital” no debemos hacer una lectura reduccionista del concepto y referirla a aspectos tecnológicos, sino relacionar dichos aspectos con otros de índole socioeconómicos y, más concretamente, con las limitaciones y falta de infraestructura de las telecomunicaciones e informática.
Todo esto implica que, para entender el concepto de la “brecha digital” debemos hacer un análisis de factores culturales, socio – políticos, demográficos y ponerlos en relación con los tecnológicos, de cada región o lugar que queramos estudiar.
Observamos, pues, que no se trata solo de un problema de provisión de carácter tecnológico, sino de uno relacionado con el acceso a los servicios de información y comunicación y con distintos derechos que todas las personas deben disfrutar.
En instancia última, el concepto de “brecha digital” debemos relacionarlo con el de desarrollo humano, esto es, con el de crear un entorno en el que las personas puedan hacer plenamente realidad sus posibilidades y vivir de forma productiva y creadora en relación con las necesidades e intereses.
Aunque es ahora cuando se están alzando voces para la erradicación de la “brecha digital”, ya se empezó a hablar sobre este concepto hace bastantes años. Concretamente, se tiene constancia que se hizo mención por vez primera del mismo en el informe “El Eslabón Perdido” publicado por la Comisión Maitland en el año 1982.
Hacía referencia a la carencia de infraestructuras de telecomunicaciones en los países en vías de desarrollo, poniendo como principal ejemplo el teléfono. El concepto original “Digital Divide”, fue usado de manera generalizada en los años de mandato de la administración Clinton, en los Estados Unidos de América, durante toda la década de los noventa. No obstante, estudiosos sobre el tema otorgan la autoría del concepto a Lloyd Morrisett y Simon Moore.
La traducción al castellano más extendida del concepto “Digital Divide” es de “brecha digital” o “brecha tecnológica”. No obstante, hay quienes defienden otras traducciones tales como la “fractura digital”, “estratificación digital”, “brecha infra – comunicacional”, “abismo digital”, “analfabetismo digital”, etcétera.
Desde mi punto de vista, refiriéndose a la posibilidad o no de acceso a Internet, la traducción más correcta debe ser “división digital” o “brecha digital”.
PERSPECTIVAS DE LA BRECHA DIGITAL
Hasta ahora hemos visto un concepto amplio de la “brecha digital”, pero, centrándonos en la tecnología que nos interesa, Internet, la “brecha digital” puede entenderse desde tres perspectivas:
Por un lado, el concepto que hace referencia a la diferencia social y económica entre aquellas comunidades o Estados que tienen accesibilidad a Internet y las que no, o si lo tienen, su acceso es muy limitado.
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Aunque las desigualdades también se pueden referir a todas las Tecnologías de la Información y de la Comunicación como el ordenador personal, la telefonía móvil y otros dispositivos que otorguen al usuario la posibilidad de acceder a Internet.
Dentro de este concepto podemos integrar, a modo de subgrupo a los Estados que, aunque sus ciudadanos disfrutan de un acceso a Internet, éste es cortado o limitado a voluntad de sus gobernantes. En este caso, nos referimos a países como China, Irán u otros.
El primero de ellos, por ejemplo, ha bloqueado el acceso a Redes Sociales como Facebook o LinkedIn y a otras páginas web como Twitter. Irán, por otro lado, suele bloquear el acceso a Redes Sociales y otras páginas Web si le beneficia políticamente como ya ocurrió durante las revueltas contra el régimen de Honi Mubarak. Tanto China, Irán como otros países además del bloqueo a Redes Sociales, páginas Web, ponen filtros a los buscadores para que la población solo pueda acceder a la información que al gobierno le interesa.
Por otro lado está la “brecha digital” entendida como, aquellas diferencias previas al acceso Internet. Desde esta significación, también hace referencia el concepto a las diferencias que hay entre grupos según su capacidad para utilizar las herramientas que provee Internet, para poder interactuar de forma eficaz, debido a los distintos niveles de alfabetización y capacidad tecnológica.
Finalmente, también se utiliza, en ocasiones, para señalar las diferencias entre aquellos grupos, dentro de un mismo Estado o país, que tienen acceso a contenidos digitales de calidad y aquellos que no tienen acceso a dichos contenidos, o bien, que no tienen acceso a ningún tipo de contenido.
POBREZA, INCLUSIÓN Y ESTRÉS DIGITAL
En este caso hablamos de un país en el que se da por hecho que toda la población debe tener acceso a Internet, pero en realidad no es así. Existen grupos excluidos ya sea por sus condiciones económicas o por otras cuestiones, como dificultades en la accesibilidad para personas mayores u otras con determinados problemas de salud. Estos grupos podemos entender que se encuentran bajo la “pobreza digital”
El término opuesto que se emplea a la “brecha digital”, con más frecuencia es el de “inclusión digital”, haciendo referencia a aquellas personas que se encuentran en situación opuesta a las anteriormente citadas, llegando a extremos tan distantes como el sufrir “estrés digital”.
En el mundo somos siete mil millones de personas, de las cuales, un número muy limitado tenemos acceso a Internet o un acceso “digno”. Internet, si se utiliza de manera correcta, se ha convertido en una herramienta indispensable para la realización del contenido de los artículos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Por eso, el acceso a Internet debe ser una cuestión primordial para los distintos Estados.
Finalmente, pensamos que es importante reflexionar sobre la inclusión del mismo en el catálogo de responsabilidades sociales y personales humanas de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Nuestra opinión es que no es necesario una exclusión explícita, ya que en la Declaración encontramos de manera implícita la promoción de los distintos derechos que se alcanzan mediante el uso de Internet y las Tecnologías de la Información y Comunicación.
BARRERAS DIGITALES
Está claro que el desarrollo tecnológico comporta una mejora de nuestra calidad de vida. Pero la tecnología que sirve para consolidar la vida en sociedad, puede significar un obstáculo que margina a un grupo determinado de personas, como puede ser el colectivo de personas con discapacidad visual. Gracias al altruismo de la sociedad y de entidades como la Organización Nacional de Ciegos, la ONCE, la inclusión social de los discapacitados visuales es cada vez mayor. Uno de sus grandes objetivos es lograr que las empresas desarrollen tecnologías que puedan utilizar tanto los ciegos como los videntes.
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